Impactos Individuales y Sociales

Reflexiones de la Mesa de Acción Psicosocial[1]

Colombia vive un conflicto armado de más de 4 décadas que ha dejado innumerables víctimas de todo tipo de actos violentos. El reclutamiento de niños y niñas para la guerra, las violaciones sexuales, los secuestros dentro de muchos otros.  Tan sólo en el 2008 se reconoció que continuaban secuestrados 728 civiles y 22 soldados y militares[2]. Se registró que el país había alcanzado los  4 millones de personas que fueron desplazadas forzosamente de sus territorios[3]. Hoy poco sabemos de las mas de 15 mil personas desaparecidas[4]; de los familiares de asesinados por manos de paramilitares desmovilizados, - según informes recientes, cerca de 24 mil en los últimos 22 años[5] . De los familiares de otros tantos asesinados que aún siguen a la espera de justicia como los casos de más de 1.700 indígenas desde 1991[6], de 2.534 sindicalistas[7], de cerca de 5.000 miembros de la Unión Patriótica[8] como de las  535 personas asesinadas tan solo entre el 2007 y 2008[9] por acciones de la fuerza pública para hacerlas aparecer como “falsos positivos”, concepto utilizado para justificar ejecuciones extrajudiciales.[10].

Son muchos los atentados contra la dignidad humana: la tortura, el secuestro, la desaparición forzada, los desplazamientos, los “falsos positivos”, todos estos convertidos en armas de guerra.

La sociedad colombiana se enfrenta diariamente al dolor y al sufrimiento que ocasionan los hechos de la violencia política. Como si esto no fuera suficiente debe enfrentarse a la sensación de impotencia ante situaciones aberrantes, llegando al punto de restarles importancia para poder seguir el curso normal de los días: no es nada o que es tan normal que se llega a “ignorarlos” o a “acostumbrarse” a que todo puede pasar,  Los actos más crueles y aberrantes no logran estremecer a la sociedad.

Efectos de la invisibilización en las víctimas

Si bien es cierto, los hechos violentos dejan huellas imborrables en las víctimas, la revictimización y la invisibilización de estos hechos y aún peor, de las víctimas,  afecta no sólo a los familiares y amigos de las víctimas sino a la sociedad entera.  Se experimenta por parte de los familiares un estado de minusvalía, de discriminación, de orfandad.

Implícitamente en el uso de la violencia está la pretensión de negar, de extirpar. La violencia ejercida por el estado en Colombia, se ha calificado de grave y sistemática. Las pretensiones no son aleatorias, no son casuales; se trata de una violencia definida y proyectada sobre unos determinados grupos humanos en razón de sus ideas y su forma de habitar un territorio. La tortura, la desaparición forzada, el crímen político, la mal llamada, limpieza social, el desplazamiento forzoso, la judicialización son en si mismos, la máquina de guerra con la que se pretende negar al otro.

La violencia grave y sistemática desde su planeación, su ejecución e investigación, está diseñada para asegurar su ocultamiento,  para crear mecanismos que aseguren la impunidad, afectando profundamente los criterios éticos y los valores de la humanidad; pretenden ocultar al victimario, a sus beneficiarios e imponer una idea sobre el otro, ocultando las exigencias de las víctimas y por lo tanto las causas de la eliminación, imposibilitando así la reconstrucción de una historia legítima desde las voces de los afectados.

Los efectos psicosociales de la violencia sociopolítica, tienen grandes implicaciones en la identidad, tanto individual como colectiva, entendiendo la identidad como las versiones o las “teorías” que construimos sobre el “sí mismo”. Shotter (1996) se refiere particularmente al “sí mismo” como a “un conjunto de estrategias, un modo o un conjunto característico de modos de responder a los otros alrededor nuestro[11]”. Las diferentes versiones muestran la disposición emocional para interactuar con el mundo, ya que cuando hablamos de quiénes somos, indicamos la emoción en la que nos encontramos y el contexto relacional donde la hemos construido con otros/as.

Generalmente es “natural” saber quiénes somos. Sin embargo, ser víctima de un hecho de violencia es una de las situaciones que desconcierta de una forma extrema a las personas, poniendo en duda esta identidad, puesto que el hecho mismo irrumpe en las creencias que tienen las personas sobre quiénes son, cómo los ven los demás y qué pueden esperar de su entorno social. Las víctimas se preguntan ¿Por qué a mí? ¿Qué puedo esperar ahora de los otros/as?

En todos los hechos de violencia (tortura, desaparición forzada, secuestro, desplazamiento), las víctimas mismas han experimentado en alguna ocasión de parte de la sociedad un rechazo o no reconocimiento de su situación, esto genera un fuerte aislamiento, silenciamiento y marginación que no permite la construcción de relaciones sociales de apoyo o contención a su situación; por el contrario, se aumenta su sufrimiento y pone a las víctimas en posición de absoluta indefensión y en disposición de asumir un papel defensivo o de mayor aislamiento.

La invisibilización, está dirigida a destruir culturas completas, grupos humanos que tienen características propias, se trata de destruir la memoria colectiva.

Cuando esto sucede se produce daño a la identidad, a la identidad individual y a la identidad social, se trata entonces por parte del o de los invisibilizados de re-construir una memoria que no afecte su supervivencia. Los grupos tratan de no juntarse para no ser reconocidos, de no participar para no seguir siendo señalados. Se trata entonces de construir una identidad ante otros para no se agredidos aún más.

Vemos aquí que la invisibilización afecta por doble vía: por un lado, la impuesta, por otro, la que los individuos o grupos culturales deben imponerse como un deber de sobrevivencia. “desaparecer para seguir estando”, En este proceso van quedando rabias, resentimientos, dolores, y en general afectaciones que van haciendo cada vez más una carrera hacia la invisibilización.

Pero la invisbilización ocurre también como pretensión de banalizar y desnaturalizar al otro, convirtiendo  la identidad de las víctimas al sentido del victimario. Si no es posible someterlo plenamente, negarlo o silenciarlo, se busca refuncionalizar el sentido de sus exigencias, de sus luchas y de sus palabras. Se trata de hacer funcional a las pretensiones de los dominantes los contenidos de sus afirmaciones,  de despojar públicamente sus reivindicaciones y re-significarlas con la pretensión de instaurar un modelo de sociedad acorde a sus intereses.

Paradójicamente la única forma en la que los o las víctimas de los distintos actos de violencia logran construir una relación con el Estado y un reconocimiento por parte del mismo, es a partir de su condición de víctima,  y no por su condición de sujeto de derechos, ni de ser humano con dignidad.

Efectos de la invisibilización en la sociedad:

En Colombia existe un conflicto armado que se ha convertido en un referente implícito para la constitución de nuestra identidad, y que perfila la manera como nos relacionamos, nos sentimos y las decisiones y actitudes que tomamos. Invisibilizar algunas realidades en el contexto tiene su intencionalidad en convertir a la sociedad en simple espectadora, indiferente e insolidaria frente a  un grupo significativo de mujeres, hombres, niños, niñas y jóvenes, que son víctimas de la guerra y que se encuentran en una situación de dolor, de pérdidas continuas, de daños irreparables y de violación sistemática de sus derechos.

Así como los armamentos de guerra se han ido sofisticando, también los métodos de invisibilización se han ido especializando; se han ido haciendo menos grotescos y se han adecuado a exigencias de ocultamiento de sus pretensiones teniendo el cuidado de no aparecer evidente ante los ojos de la sociedad que podría reclamar y juzgar.

La invisibilizacion mas allá de esas dimensiones múltiples que se develan a través de la violencia fáctica /simbólica, crea desde la autoridad imaginarios, narrativas y discursos que se creen y se hacen verosímiles para los otros.  Allí se sustenta la historia oficial, el despojo de la identidad y la evasión de las responsabilidades institucionales, la tesis de la guerra simétrica o de la cruzada contra el terrorismo. Las víctimas se convierten en sujetos que no suscitan indignación porque son víctimas indignas. No son sujetos de derechos son simplemente objetos funcionales para dinámicas de reconciliación o recurso retórico en dinámicas de pacificación como las que se viven a través de la paramilitarización que atraviesa el país.

La invisibilizacion no solamente hace alusión al exterminio o la exclusión, sino al desarrollo de mecanismos que simulan el reconocimiento, opera en el entorno más amplio de la sociedad como un dispositivo de legitimación.

Surgen no sólo en las víctimas, también en muchos sectores de la sociedad, sentimientos de inseguridad de no pertenencia, de ambivalencia valorativa frente a conceptos  como “correcto” e “incorrecto”, “seguro” e “inseguro”, “lo fiable” y lo que no lo es, ¿cómo entender eso que se llama “orden y justicia?”.

La infantilización de la sociedad bajo fórmulas de consenso mediático, da paso a la sensación de sociedades libres,  a la creencia de libertades democráticas, liberadas del terrorismo y de sus aliados, entre los que se encuentran las víctimas indignas.

¿Cómo blindarse psíquica y emocionalmente ante la agresión que supone la invisibilización? Se genera entonces la urgente y apremiante necesidad de reconocimiento, de ser escuchado, de hacerse ver, pero ¿cómo sin ser agredido nuevamente?

Las víctimas por su parte, a fuerza de encontrar historias comunes y situaciones con factores de riesgo similares, dan lugar al nacimiento de organizaciones, comunidades, apoyos solidarios que posibilitan la transformación de su realidad. Surgen las bases para poner a disposición de la sociedad la voz legítima de las víctimas,  y la posibilidad de la construcción y re-construcción valores éticos y morales que den como resultado a futuro una sociedad justa e incluyente.

Queda, sin embargo, la tarea urgente de sensibilizarnos, de no permitir que se nos borre la capacidad de sentir, de disentir, de reclamar; al parecer sólo si nos seguimos mirando los unos a los otros como seres humanos en dignidad será posible hacerle frente a la invisibilización. 

 

 


[1] Integrado por organizaciones que realizan atención e investigación en el ámbito psicosocial.  Comisión Ínter eclesial de Justicia y Paz, Corporación AVRE, Corporación Vínculos, Programa de Iniciativas Universitarias por la Paz y la Convivencia, Universidad Nacional (PIUPC); Terre des Hommes Italia y como observador Brigadas Internacionales de Paz (PBI).

[2] El Tiempo.  6 Febrero 2009

[3] Codhes Informa.  Boletín Nº 75, disponible en    www.codhes.org/index.php

[5] Según reciente información de la Fiscalía General de la Nación.  www.caracoltv.com/articulo151543-mas-de-24000-asesinatos-han-sido-confesados-ex-paramilitares

[6] Otero Prada. Las muertes  del conflicto colombiano en el período 1964-2008, disponible en www.indepaz.org.co/attachments/300_Las%20muertes%20en%20Colombia%201964%20-%202008.doc

[7] Correa Montoya, Guillermo. 21 años de asesinatos sistemáticos contra sindicalistas en Colombia: De números sin rostro y memorias que aún duelen. En : Cultura y Trabajo, no. 72-73. ENS, Escuela Nacional Sindical, Medellín, Colombia: Colombia. Septiembre. 2007 0124390-X.

Acceso al texto completo: www.ens.org.co/articulos.htm

[8] Cepeda Castro. Genocidio político:

El caso de la unión patriótica en Colombia.  Disponible en www.desaparecidos.org/colombia/fmcepeda/genocidio-up/cepeda.html

[9]Observatorio de Derechos Humanos Coordinación Colombia-Europa-Estados Unidos. Ejecuciones extrajudiciales: realidad inocultable. 2007 – 2008 disponible en  www.ddhhcolombia.org.co/files/file/Ejecuciones/ejeciones%20una%20realidad%20inocultable

[10] En la declaración del Relator Especial de las Naciones Unidas para ejecuciones arbitrarias, Philip Alston en su misión a Colombia del 8 al 18 de junio de 2009 definió el fenómeno así: “Un “reclutador” engaña a una víctima con falsas pretensiones y la lleva a una localidad remota. Allá al poco tiempo de llegar, miembros del ejército matan al individuo. Luego se manipula el lugar de los hechos para que parezca que la persona fue dada de baja legítimamente en el fragor de un combate. A menudo se hace una fotografía en la que sale vistiendo uniforme de guerrillero con un arma o granada en la mano. Las víctimas suelen ser enterradas de manera anónima en fosas comunes, y los asesinos son premiados por los resultados conseguidos en la lucha contra la guerrilla”.

[11] J. Shotter, (1996). “El lenguaje y la construcción del sí mismo”. En Marcelo Packman (compilador), Construcciones de la experiencia humana, Gedisa, Buenos Aires.