Entre los meses de mayo y diciembre de 2015 PBI México divulga una serie de entrevistas a personas defensoras de derechos humanos con las que mantenemos una relación de acompañamiento o de colaboración estrecha. Este mes presentamos la entrevista a Silvia Méndez, integrante del Centro de Derechos Humanos Paso del Norte.

Debido a la situación de riesgo en que trabaja el equipo del Centro de Derechos Humanos Paso del Norte y a la importancia de su labor, PBI inició el acompañamiento a Paso del Norte en septiembre de 2013. El centro fue la primera organización acompañada por el equipo de PBI en el norte de México.

Silvia Méndez, una mujer defensora de derechos humanos

Mi nombre es Silvia Méndez, colaboro en el Centro de Derechos Humanos Paso del Norte en Ciudad Juárez desde 2003. Nuestra tarea es defender los derechos humanos en la ciudad, trabajamos por la justicia y el apego a la verdad. Este trabajo es mi vida. No hay nada más gratificante que hacer lo que te gusta, eso ayuda a seguir.

En los primeros años yo no sabía que era una defensora de derechos humanos, ahora creo que siempre he sido defensora. En diferentes momentos de la vida reaccionas ante cosas que te parecen injustas como las situaciones que enfrentan indígenas, mujeres y dices, tengo que hacer algo. Esto te va llevando. A mi me interpelaban los casos de desapariciones de mujeres jóvenes y más como mujer. Las señoras de la comunidad con la que trabajaba me decían, en la noche oímos gritos de una muchacha que llevaban en un carro, ¿y que hicieron?; ellas decían, ¿que podíamos hacer, que podíamos hacer señorita?. Yo tenía un sentimiento de impotencia, como es posible que estén sucediendo estas cosas y nosotras no podamos hacer nada.

Foto: Silvia durante un encuentro con representantes políticos en su gira de incidencia por Europa © PBI México

 

Tomé la decisión de pertenecer a este Centro de Derechos Humanos a raíz de encontrar a unos pasos de mi casa, el seis de octubre del 2004, el cuerpo de una mujer centroamericana tirada ahí. Lo más probable es que esta mujer hubiera venido con algún grupo de indocumentados. Su familia a lo mejor nunca sabrá donde quedó y que pasó. Entonces me dije, tu puedes hacer algo.

Como mujer este trabajo no es fácil, no, no es fácil. Te tienes que colocar, posicionar y argumentar. Yo creo que cuesta tres veces más que a un hombre lograr colocar tu voz y ser escuchada. En el trabajo como defensora hay que ser más firme, más clara, más dura. Esto es lo que me ha tocado vivir en diferentes espacios. Tengo que ser más directa, más perseverante e insistente.

El centro de derechos humanos es un espacio que cada día va creciendo y en el que nos vamos profesionalizando. Llegamos de manera accidental, con muy buena voluntad pero novatos. Y con esta experiencia, con la formación que estamos recibiendo vamos creciendo, profesionalizándonos y mejorando nuestro quehacer como personas y como equipo.

El Centro de Derechos Humanos Paso del Norte y las violaciones de derechos humanos en Ciudad Juárez

En nuestro país hay un problema serio, no hay una educación que forme a ciudadanos. Cómo decirles a las nuevas generaciones, hay que ser participativos como ciudadanos en los sectores en que nos movemos, en las organizaciones de la sociedad civil, en los movimientos, hay que tener claro que siempre somos ciudadanos dentro de una sociedad.

A mi, me anima saber que soy ciudadana y que participo en este espacio construido junto con otros y otras compañeras con el mismo anhelo, con el mismo sueño, que sí se puede. Nosotros surgimos de la nada, no teníamos recursos, no teníamos experiencia, no teníamos nada, pero teníamos claridad en lo que queríamos, queríamos un mundo más justo y por ello hemos trabajado. Yo creo que eso les dejaríamos, que sí se puede, Sí se puede construir, tener un pensamiento distinto y trabajar por ello.

El Centro Derechos Humanos Paso del Norte trabaja con los habitantes de los barrios de Ciudad Juárez, hasta el estallido de la violencia ofrecíamos formaciones en materia de derechos humanos. Esta gente en los barrios se capacitó con nosotros y con organizaciones como el Agustín Pro Juárez que les dieron formación sobre derechos económicos, sociales, culturales y ambientales. Ellas, acudían en su mayoría mujeres, entraron a un proceso de apropiarse de la defensa de estos derechos humanos creando comités en sus colonias. Estaban muy preocupadas por la cuestión ambiental, el tema del agua, las vías de tren que cruzaban sus barrios, sin medidas de seguridad para niños. Logramos que se formara un equipo de promotoras de derechos humanos. Entonces sí hubo resultados, yo lo vi con el trabajo de las promotoras, tenían una conciencia muy clara. Eso funcionó unos años. Lamentablemente después con la violencia que se vivió, no había manera de hacer este trabajo comunitario. Ahí nadie salía de su casa y se iba a juntar, no había condiciones para eso.

A partir del 2007 vivimos una situación de gran violencia, el contexto en la vida de Juárez siempre ha sido violento pero la situación empeoró muchísimo. En esos años vivíamos el caos, había confusión. Empezaron a aparecer en la ciudad muchas personas ejecutadas. El gobierno decía que era el crimen organizado, grupos de narcotraficantes que estaban peleando territorio y enviaron el ejército. Pero para la comunidad nunca quedó claro quien era quien. Había grupos armados y no sabías si eran narcotraficantes o parte del gobierno.

En el Centro de Derechos Humanos entramos a trabajar en casos de tortura, de desaparición forzada y empezamos a vivir amenazas y agresiones directas. Era difícil decidir a quien recurrir, cómo abordar los temas, fue un aprendizaje con las mismas personas que nos traían los casos. Por ejemplo, para los secuestros nosotros aconsejábamos que se hiciera una negociación directa desde las mismas familias.

Los riesgos que enfrenta el equipo de Centro de Derechos Humanos Paso del Norte

Yo el riesgo lo siento algunos momentos, por ejemplo cuando voy a acompañar a víctimas que están siendo amenazadas. Me tocó acompañar, por ejemplo, a una mujer que había sido secuestrada. Era de noche y yo la llevé a un lugar, no pensé en ese momento que corría un riesgo, sino que tenía que llevarla con sus hijos. No pensé en el riesgo sino hasta después.

Hemos vivido un allanamiento. Cuando entraron a nuestras oficinas todos nos sentimos vulnerables, pudieron encontrar información personal. Por eso siempre somos cuidadosos con nuestras redes sociales y con nuestras familias, que normalmente no vienen a este espacio de derechos humanos, pero que nosotros somos parte de ellas. Hay que prever los riesgos.

Y lo he vivido más indirectamente, sosteniendo a compañeras del equipo cuando han sido víctima de una agresión, al equipo legal y a los familiares. Ha habido persecuciones de agentes ministeriales a algunos familiares que iban a testificar en audiencias, entonces me preocupo y me tenso. Pero también pienso, siempre pienso, no me paraliza el miedo, veo lo que puedo hacer, y eso me ayuda. Es lo mismo con el equipo, cuando hay una situación de riesgo, cuando la abogada nos llama y dice, en mi casa hay presencia de ministeriales o hay unas trocas (camionetas) ahí afuera, ¿que podemos hacer?. Entonces reaccionamos, analizamos y hacemos una estrategia para medir el nivel del riesgo, pensamos cómo proteger a la compañera, vemos con quienes contamos y buscamos contactos.

Algo que nos hace vulnerables a la mayoría, es vivir en zonas de la periferia o de alto riesgo. Para nosotras no son tan peligrosas porque ahí vivimos pero nos hacen muy vulnerables. Si alguien quiere seguirnos, nos ubica perfectamente en nuestras casas, no son casas que tengan las medidas de seguridad mínimas. Algunas compañeras se trasladan a pie y eso a mi me preocupa mucho. Yo afortunadamente tengo un carro y me muevo, pero hay compañeras que se trasladan en camión (autobús). En el centro creo que las personas más vulnerables son las abogadas o el mismo director del centro porque son quienes son las más visibles. 

Foto: Integrantes del CDH Paso del Norte durante taller de incidencia impartido por PBI, Ciudad Juárez © PBI México

 

El caso Figueroa, un ejemplo de hostigamientos y acoso por denunciar detención arbitraria y torturas

Un caso que hemos apoyado con éxito desde el centro y en el que hemos registrado continuas agresiones contra nuestra abogada y contra los familiares de los detenidos es un asunto que se conoce como el Caso Figueroa. Son cuatro detenidos tres jóvenes de una misma familia, tres hermanos que fueron detenidos de manera arbitraria junto a un amigo, todos ellos acusados de integrar una banda de extorsionadores, uno de ellos era un menor de 14 años. Cuando les detienen les piden que involucren a otros jóvenes que estudian con ellos y que se auto-inculpen del delito de extorsión. Les escriben papeles con lo que ellos tienen que decir y son torturados. Ellos nos describieron esta detención y las torturas que vivieron.

En este caso, cada que vez que había una audiencia, algo importante en el proceso, había hostigamiento, presencia de agentes ministeriales en el domicilio de los familiares. Venían personas armadas que revisaban el exterior de la casa, o la vecina le comentaba que llegaban camionetas como las que usa la policía ministerial y tomaban videos. Esto generó miedo y los familiares decidieron irse a vivir a otro lugar en la ciudad, lo cual implicaba dejar su casa. La esposa de uno de los jóvenes detenidos fue perseguida por una camioneta como las de los agentes ministeriales. Ella es norteamericana entonces pudo cruzar al otro lado de la frontera.

A la casa de una de nuestras compañeras, abogada, mientras ella estaba en una audiencia por el caso Figueroa, llegó varios días a la misma hora, una camioneta de tipo ministerial. Sus ocupantes inspeccionaron la casa tanto por delante como por el patio de atrás. El esposo de la abogada se preocupó mucho y la compañera tiene un bebé. Decidimos que tenía que salir de su domicilio y estar fuera tres meses como una medida de seguridad.

Yo ahorita cuento esto con calma, pero es difícil describir lo que nos pasa en ese momento. Realmente nos crispamos y empezamos a pensar en lo que puede suceder. Desde ahí tratamos de ir más allá y ver que podemos hacer.

Ser escuchados: el apoyo internacional y en México para poder hacer frente a las agresiones

Hemos aprendido con PBI y otras organizaciones internacionales y hemos aprendido a través de la experiencia. La experiencia que vivimos en el allanamiento nos hizo ver la importancia de la reacción a nivel internacional y como se frenó la agresión. Y para conseguir esa reacción internacional necesitamos que nuestra voz se escuche y con ella nuestra versión de los hechos de lo que está pasando en nuestra ciudad, para que en otros lugares se formen un criterio más amplio de lo que está pasando aquí en Ciudad Juárez y en México, porque normalmente fuera hay otra visión de lo que pasa en este país y en nuestra ciudad.

En México nosotros somos parte de la Red Nacional Todos los Derechos para Todas y Todos, una red de organizaciones de derechos humanos mexicanas. Cuando sufrimos agresiones, hemos contado con el apoyo de la Red. Valoro mucho este apoyo porque inmediatamente reaccionan y nos dicen, no se preocupen por la cuestión financiera, si hay que sacar a la persona, reubicarla, nosotros nos hacemos cargo de esa parte.

También existe desde el 2013 en México, un Mecanismo Estatal para la Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos en Riesgo. Acudimos a el cuando la abogada sufrió los acosos por el caso Figueroa, pero la reacción fue muy tibia. Nos dijeron que el nivel de riesgo era intermedio mientras que para nosotros, lo que estábamos viviendo era gravísimo. Considerando el nivel de violencia en la ciudad y la posibilidad de que le pasara algo a la abogada, a su familia, o a su hijo, nos sentíamos responsables por su seguridad, eso era lo más importante para nosotros. Para este mecanismo, para la autoridad, no.

El proceso fue muy decepcionante, se otorgaron medidas de protección para la abogada como cambiarla de domicilio, cosa que nosotros ya habíamos hecho, la querían llevar a una casa de seguridad de la policía preventiva, un lugar donde la compañera no iba a ir. En primer lugar, dije al experto en seguridad que enviaron, no se ha consultado a la compañera en que lugar de la ciudad quiere estar, donde se siente segura. Pedimos para el centro cuatro teléfonos de seguridad para las cuatro áreas de trabajo que tenemos y un circuito de cámaras para las oficinas. Nos ofrecieron un teléfono y una cámara, pero entonces donde la ponemos, ¿delante o atrás en el edificio?. No, no vemos una voluntad de dar una respuesta a los problemas de seguridad porque los resultados hablan.

 

* La entrevista fue elaborada por Susana Nistal y la traducción por Annie Hintz